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Si bien es cierto que tanto la clasificación regulatoria como el score crediticio son un reflejo o referencia de tu perfil de crédito e inciden en qué tan atractivo eres para que las entidades de intermediación financiera (EIF) puedan ofrecerte un producto, no es menos cierto que te puede surgir la siguiente duda: ¿Por qué no mejora mi score, aunque tenga la mejor clasificación regulatoria posible? Para responder a esta inquietud, primero tenemos que comprender los componentes de ambos indicadores y sus diferencias. 

Por un lado, las clasificaciones regulatorias ofrecen un panorama de cómo honras tus compromisos crediticios con las EIF, es decir, tu comportamiento de pago (morosidad) y nivel de cumplimiento de los acuerdos pactados con una entidad bancaria que te ha otorgado créditos. Por lo que tus días de atraso reportados definirán la clasificación regulatoria en base a lo establecido en el Reglamento de Evaluación de Activos, norma por la cual se rigen las EIF. 

Por otro lado, el score o puntaje de crédito es una puntuación sobre tu perfil de crédito, que está determinada por múltiples factores y actores, tales como: cumplimientos con los pagos de tus cuotas, experiencia crediticia, uso de los productos actuales, nivel de deuda, edad, antigüedad del historial de crédito, aperturas o cierres de crédito, entre otros. Tanto la situación actual como el comportamiento histórico influyen en el score. Asimismo, en este indicador inciden las EIF, las empresas de telecomunicaciones, compañías de electricidad, ayuntamientos, empresas comerciales y cualquier otro ente jurídico que reporte información al buró de crédito (comúnmente Data Crédito o TransUnion), que es quien otorga el score crediticio.

Entendido lo anterior, nos podemos encontrar, por ejemplo, con una madre muy cumplidora y responsable con sus compromisos financieros en las EIF, que incluso paga 3 o 4 días antes de la fecha límite de pago. Sin embargo, tiene a su nombre un contrato de servicio de telefonía móvil que realmente utiliza y paga su hijo, quien recién empieza a trabajar y es un poco más descuidado. El joven no paga con el mismo nivel de cumplimiento que su madre, sino cuando la telefónica le corta la línea. También vemos que la madre se ha descuidado con el pago a una ferretería que le suple los insumos del pequeño negocio que se encuentra emprendiendo. En este caso, tendremos que la madre posee una clasificación regulatoria ejemplar de A, pero su score se verá afectado de manera negativa por el descuido de su hijo con el pago a la telefónica y los atrasos en el pago a la ferretería.

En otro ejemplo, Julio, de 35 años, tiene una excelente conducta de pago en las entidades financieras y no financieras, pero en lugar de ahorrar y planificarse, ha estado afrontando estos compromisos asumiendo deudas, por lo que se encuentra sobreendeudado. Así que, destina más de un 60% de sus ingresos mensuales al pago de sus deudas y con mucha frecuencia supera el 95% del límite aprobado en su tarjeta de crédito. Como no ha dejado de pagar, las entidades reportarán un buen historial, pero el score se verá penalizado por el exceso de deudas que posee.

Ahora bien, es importante mantener buenas clasificaciones regulatorias, pero también debes preocuparte por tu score crediticio, ya que esto te abrirá nuevas oportunidades a productos financieros competitivos y en buenas condiciones de mercado. El score o puntaje de crédito es tu carta de presentación y es consultado por distintos prestadores de servicios, por ejemplo, cuando deseas alquilar un inmueble, ser garante de algún familiar, adquirir productos o servicios en las empresas que reportan en los burós, contratación en un nuevo empleo, etc. Para lograr un buen score, ayudará que mantengas cierta holgura financiera, que cumplas con tus compromisos de pago en base a lo acordado y que tengas planes de ahorros que te permitan atender cualquier imprevisto.

 

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¿Por qué mi clasificación regulatoria es “A” pero mi score crediticio no mejora?